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Sin collares eléctricos y sin castigos

Nota: Escribí este artículo en abril de 2012, para que la revista El Mundo del Perro lo publicara en junio de 2012, dentro de la sección "Convivir en armonía", sin embargo el artículo nunca fue publicado. p>Cuando se pusieron en contacto conmigo en octubre de 2011 sugerí ese nombre para la sección porque no quería escribir nada de obediencia o habilidades ni nada relacionado con la supuesta educación de los perros basada en comandos o en órdenes.

Mi idea era hablar sobre cómo crecen los perros, cómo sienten el mundo, cómo se relacionan entre ellos, sus necesidades y qué podemos hacer para ayudarles.

En esa sección de la revista aparecieron los artículos siguientes:

En junio sin embargo el artículo que yo había enviado no apareció.
No me dieron ninguna explicación a pesar de pedirla varias veces por lo que mi colaboración con la revista acabó.

Este es el artículo que no fue publicado.

Sin collares eléctricos y sin castigos
Por Cristina Muro
muro.cristina@gmail.com

Actualización de las referencias (con leyes españolas y europeas) en agosto de 2021

Los collares de descargas eléctricas (conocidos también bajo los eufemismos de radio collares educativos, collares electrónicos, collares de impulsos y e-collares) son collares que, mediante un mando a distancia, dan descargas eléctricas a los perros. Aparecieron hace unos 50 años y desde entonces se han ido adaptando a los distintos problemas técnicos que han ido surgiendo, como la aparición de interferencias que accionaban el collar de manera accidental, defectos en la temporización de la descarga (la descarga no se detenía), o descargas de gran intensidad que llegaban incluso a provocar quemaduras y heridas profundas. Hoy en día estos fallos se han corregido y los modernos collares de descargas eléctricas tienen nuevas capacidades como la selección de varias intensidades de descarga y un mayor radio de acción.

Los collares de descargas eléctricas son objeto de encendidas polémicas en las que defensores y detractores discuten sobre la idoneidad del uso de estos instrumentos en el trato cotidiano o esporádico, profesional o no, con los perros, especialmente en relación a su repercusión sobre el bienestar de los mismos.

Los defensores de los collares de descargas eléctricas sostienen que estos collares no producen dolor, que se pueden usar a baja intensidad de manera que los perros no sientan más que una simple molestia, e incluso que esta molestia se puede asociar a una recompensa, lo cual permitiría usar una descarga eléctrica como refuerzo positivo. Así, pretenden que, en manos supuestamente expertas, los collares de descargas eléctricas serían una herramienta de trabajo muy valiosa.

Ninguna de estas afirmaciones tiene soporte científico. En cambio, son muchos los estudios que demuestran que los collares de descargas eléctricas provocan la aparición y el agravamiento de problemas físicos y psicológicos en los perros que son sometidos a ellos [1,2]. Numerosas entidades de prestigio se han hecho eco de estos estudios para emitir documentos públicos en contra del uso de los collares eléctricos, por citar algunas:

En nuestro país [7] existen leyes de protección animal en contra del maltrato animal que se pueden aplicar contra el uso del collar eléctrico y en varias Comunidades Autónomas hay leyes de bienestar o de protección animal que prohíben específicamente el uso de los collares eléctricos. La ley de perros de asistencia de Castilla y León también indica que si el perro de asistencia lleva un collar eléctrico, la unidad de vinculación quedará extinguida.

En el caso de otros países europeos, se puede citar el ejemplo de Gales, donde se prohibió el uso del collar de descargas eléctricas en marzo de 2010 , pero hay muchos más países que incluyen esta prohibición en sus leyes de bienestar animal [8].

Hace más de 10 años participé en un curso de formación de adiestradores en el que se enseñaba a usar el castigo (tirones, zarandeos, lanzamiento de objetos sobre el perro, gritos). Según decían, estos métodos permitían conseguir perros más obedientes (el dichoso control) y más conscientes de su lugar jerárquico (la dichosa teoría de la dominancia). Por supuesto lo único que se conseguía era lastimar, asustar y anular a los perros. En esa época también presencié el uso de “métodos” terribles como retorcer la oreja de un cachorro para que no soltara un objeto (el dichoso apport forzado) y me consta el uso de barras de hierro para golpear a un perro que levantara la nariz de un rastro y forzarlo a mantener la cabeza al nivel del suelo. Afortunadamente, cualquier dueño sensato mínimamente informado reconoce estas prácticas como lo que son, auténticas barbaridades, y la mayoría de profesionales han dejado de recomendar el uso de cosas de este tipo, recomendando en su lugar métodos positivos basados en el respeto al perro. Sin embargo y por desgracia, todavía existen personas que no dudan en recomendar el uso del collar eléctrico para todo tipo de situaciones, incluidas las más banales: si el perro ladra, si el perro se escapa, si el perro no viene cuando se le llama o si el perro no se detiene cuando se le pide.

La razón principal por la que los collares eléctricos deben dejar de usarse es la misma por la que el castigo debe dejar de usarse: es éticamente insostenible, el fin no justifica los medios. Además, la utilización del castigo como respuesta a una acción o a una conducta realizada por el perro conlleva la aparición de problemas muy graves tanto para el perro como para su entorno. En efecto, las circunstancias que rodean a esa acción o a esa conducta no pueden aislarse unas de otras de manera que el perro vea claramente qué hecho concreto es el que ha provocado el castigo. Ante esta situación confusa, se corre el riesgo de establecer una asociación entre el castigo y cualquier cosa que haya hecho, o cualquier elemento, o lo que es peor, cualquier persona que esté presente en el entorno del perro en el momento en el que recibe el castigo.

Este descontrol de la capacidad de aprendizaje del perro da lugar a impredecibles consecuencias indeseables como las siguientes:

El uso de castigos en general y de descargas eléctricas en particular puede causar mucho dolor a nuestros perros y ocasionar muchos más problemas de los que pretendemos resolver. Si queremos mejorar la convivencia con nuestros perros tenemos que aprender a entender sus necesidades y a ayudarles a satisfacerlas en la medida de lo posible, mejorando nuestra forma de comunicarnos con ellos, trabajando para conseguir su bienestar, respetando su integridad física y emocional y fortaleciendo la confianza mutua. Castigar, hacer daño o causar miedo son incompatibles con el respeto, con la educación y con la convivencia en armonía.

Referencias:

  1. Considerations for shock and ‘training’ collars: Concerns from and for the working dog community, Karen L. Overall, Journal of Veterinary Behavior (2007) 2, 103-107
  2. Training dogs with the help of the shock collar: Short and long term behavioural effects. Schilder, M.B.H., van der Borg, J.A.M., Appl.Anim. Behav. Sci. (2004) 85, 319-334.
  3. Carta del Kennel Club con numerosas referencias (en este artículo he incluido un extracto de esta carta con el permiso de la Oficina de Prensa del Kennel Club).
    http://www.thekennelclub.org.uk/download/9460/ESC-Evidence-Paper.pdf
  4. Shock Collars - The Shocking Truth, Inga MacKellar and Mat Ward
    http://www.apbc.org.uk/articles/shockcollars
  5. Policy Statement on Use of Electronic Collars (only shock collars) in Companion Animals:
    http://www.bsava.com/Advice/PolicyStatements/UseofElectronicCollars/tabid/165/Default.aspx
  6. Assistance Dogs Europe se posiciona en contra del uso de los collares eléctricos:
    http://www.aepa-euskadi.org/collar-electrico.htm
  7. Leyes de bienestar animal en España y Ley de perros de asistencia en Castilla y Leónen las que se prohibe el uso del collar eléctrico:
  8. Leyes de bienestar animal en Europa en las que se prohíbe el uso del collar eléctrico:

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