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Al perro le gusta comer... lo que diga el cocinero
Por Ramón Escobedo (AEPA-Euskadi)
escobedor@gmail.com
Existe una idea bastante extendida según la
cual a los perros les gusta la carne “por
instinto”. Se tiende a pensar que todos los
perros del mundo se pondrían a salivar
como locos si se les pone delante un buen
filete, aunque sea la primera vez en su vida
que ven un pedazo de carne.
Nada más lejos de la realidad.
En 1916, el gran fisiólogo I. Pavlov expuso en San Petesburgo (entonces Petrogrado) un trabajo concluyente sobre lo innato y lo adquirido, lo condicional y lo incondicional.
Decía Pavlov:
En el laboratorio del Profesor Vartanov,
el Doctor Tsitovich llevó a cabo el
siguiente experimento: a un perro recién
nacido se le mantiene a un régimen lácteo
durante varios meses. El perro no recibe
ningún otro tipo de alimento. Tras una
operación quirúrgica que permita la
observación del funcionamiento de la
glándula salival, se le muestran al perro
otros alimentos diferentes de la leche.
El resultado es que ni uno sólo de los
alimentos presentados tiene acción a
distancia sobre la glándula salival.
Por consiguiente, cuando un alimento
actúa a distancia (no por contacto), el
efecto es debido a un acto reflejo
establecido en una experiencia individual
anterior.
Cuando el joven perro, de tan
sólo unos meses de edad, se encuentra por
primera vez con un pedazo de carne, ni su
aspecto ni su olor ejercen influencia
alguna sobre la glándula salival.
Es necesario que la carne haya entrado en
contacto con la boca al menos una vez en
su vida, es decir, que se produzca un
reflejo simple de conducta, que de lugar a
la elaboración de un reflejo suscitado por
el aspecto y el olor de la carne.
I. Pavlov, Oeuvres choisies. “La physiologie
et la psychologie dans l’étude de l’activité
nerveuse supérieure des animaux. Moscou
1954, Edition en langues étrangères, p. 407
Iván Pavlov es uno de los científicos más famosos de la historia. Nació en Rusia en 1849. En 1904 recibió el premio Nobel de fisiología o medicina por su trabajo sobre la fisiología del sistema digestivo. Ese mismo año nace B. F. Skinner, continuador de la labor de Pavlov, igualmente famoso por sus trabajos con perros. Pavlov desarrolló su actividad hasta poco antes de morir, en 1936, dejando uno de los legados más importantes de la ciencia y que más han trascendido del ámbito científico: de todos es conocido el experimento de la campana.
¿Qué se deduce de este texto de Pavlov?
En primer lugar, algo que puede sorprender
a más de una persona, por muy habituada
que esté a tratar con perros: los perros no
saben si algo es comestible (y menos si les
gusta) si no lo han probado antes, aunque
huela muy bien y tenga muy buen aspecto.
Para que el perro salive al ver u oler cada
tipo de comida que se le ofrezca a lo largo
de su vida, es necesario que previamente
se haya establecido la asociación entre el
efecto de esa comida sobre las papilas
gustativas y el estímulo visual y olfativo que
transmite. Así, en términos absolutos, se
puede decir lógicamente que si no existe
esa asociación, si el perro no ha probado
nunca un alimento determinado, entonces
es imposible que su aspecto o su olor le
produzcan salivación.
Esta segunda interpretación no es fácil de
observar en condiciones no experimentales,
fuera de un laboratorio, ya que los alimentos
se parecen mucho en sí y, sobre todo, las
circunstancias en las que se le ofrecen al
perro son siempre las mismas, lo cual le
sirve de señal para prepararse a comer.
En segundo lugar, queda demostrado que
el ejemplo de reflejo incondicional tantas
veces utilizado para ilustrar las diferencias
entre condicionamiento clásico, operante, y
otros aspectos del adiestramiento técnico y
de la Etología en general no es válido: la
salivación al ver un pedazo de carne es una
reacción adquirida.
De hecho, el propio Pavlov añade, un poco
más adelante, en el mismo texto:
Como se puede ver, existen dos tipos de
reflejos. Uno es innato, el animal lo posee
al nacer, es un reflejo basado en la
conducta pura. El otro es adquirido, se
elabora sin cesar a lo largo de la vida
individual; obedece a las mismas leyes,
pero se basa en un principio diferente, el
de la conexión. El primero pertenece a la
especie, el segundo, es individual. El
reflejo innato, genérico, permanente y
estereotipado recibe el nombre de reflejo
absoluto; el otro reflejo depende de un
gran número de condiciones, varía
constantemente según las circunstancias y
recibe el nombre de reflejo condicional.
Experimentos simples y concluyentes como
el descrito por Pavlov son los que han
permitido establecer de forma rigurosa los
principios básicos del condicionamiento
clásico, también llamado pavloviano.
Resulta de gran interés pedagógico el texto
completo del propio Pavlov sobre estas
consideraciones del lenguaje y el rigor en el
tratamiento del fenómeno de la salivación
como respuesta a un estímulo distante.
Decía Pavolov:
« La physiologie et la psychologie dans
l'étude de l'activité nerveuse supérieure des
animaux », 1916.
Sin embargo, las enseñanzas del trabajo de
Pavlov van más allá. Como fisiólogo, que no
psicólogo, Pavlov estableció la terminología
que ha llegado hasta hoy, y la disciplina
necesaria para su correcto uso, depurando
toda perspectiva subjetiva que pueda
hacerse “desde el punto de vista del perro”.
Como cuenta el propio Pavlov,
Las expresiones psicológicas (el perro ha
adivinado, ha querido, ha deseado, etc.)
quedaron prohibidas en el laboratorio;
cualquiera que infringiera la norma debía
pagar una multa.
Es un hecho bien conocido que cuando
tenemos hambre y llega la comida la boca
se nos hace agua. ¿Qué quiere decir esto?
Además, este fenómeno se produce sin que
haya contacto alguno con la comida. La
fisiología decía que, aparte de la excitación
ordinaria, existe una excitación psíquica
de la glándula salival.
De nuevo, ¿qué quiere decir esto? ¿Qué
significa, desde la visión de la fisiología?
La excitación psíquica, es decir, la acción
que la substancia ejerce a distancia, es en
todo punto idéntica a la excitación que
produce el contacto de la substancia al
introducirla en la boca.
Cuando se le muestra un alimento a un
perro, la glándula salival reacciona de una
manera u otra según el tipo de alimento,
si es seco o líquido, dulce o salado, etc. Es
decir, la glándula funciona exactamente
igual que cuando el alimento se introduce
directamente en la boca. La excitación
psíquica produce exactamente las mismas
correlaciones, aunque posiblemente en una
medida un poco más débil.
Cuando vemos a un perro comer con avidez,
masticando enérgicamente y engullendo la
comida rápidamente, es natural pensar
que el animal « desea » comer arduamente
y por eso tira de la correa, se abalanza
sobre la comida y la engulle rápidamente.
Nos transmite la impresión de que lo hace
con placer, a pesar de que sólamente
vemos el trabajo muscular que realiza,
cuyo objetivo es coger la comida con la
boca, masticarla y tragarla.
Por otra parte, cuando sus movimientos
son más lentos, como faltos de ánimo, es
igualmente natural pensar que el perro no
« desea » comer. Cuando una substancia
impropia cae en su boca, el perro la repele
de su lengua sacudiendo la cabeza, y
decimos, a pesar de nosotros mismos, que
le resulta « desagradable ».
Cuando decidimos buscar una explicación
a este fenómeno, optamos por tomar en
consideración los sentimientos del perro,
sus deseos y su imaginación. Eso nos llevó a una situación inesperada,
en la que resultaba imposible ponerme de
acuerdo con mi colaborador. Estábamos
siempre contradiciéndonos, incapaces de
probarle el uno al otro quién tenía razón.
Durante décadas, siempre habíamos sido
capaces de resolver todas las cuestiones
conjuntamente, fuera el tema que fuera.
En este caso, sin embargo, el desacuerdo
era completo. Después de reflexionar
profundamente, vimos que la opción que
habíamos elegido estaba equivocada.
Cuanto más pensábamos en ello, más
persuadidos estábamos de que debiamos
utilizar otro procedimiento. A pesar de las
dificultades iniciales, a base de reflexión y
concentración, conseguí lo que pretendía,
es decir, ser impecablemente objetivo.
Las expresiones psicológicas como el perro
ha adivinado, ha querido, ha deseado, etc.
quedaron prohibidas en el laboratorio;
cualquiera que infringiera la norma debía
pagar una multa. A partir de ese momento
todos los fenómenos que estudiábamos
tomaron una forma totalmente nueva.
br>¿De qué se trata entonces? ¿Qué es lo que
los fisiólogos llamaban excitación psíquica
de la glándula salival ?
Obviamente, nos detuvimos en la idea
natural de que se trata de una forma de
actividad nerviosa bien conocida por los
fisiólogos, establecida desde hace tiempo
por la fisiólogía, esto es, el reflejo. ¿Pero,
qué es el reflejo de los fisiólogos?
El reflejo consta de tres elementos.
Primero, indispensable, un agente exterior,
que es quien incita la excitación.
Segundo,
una vía nerviosa determinada mediante la
cual la incitación exterior alcanza el
órgano efector (un músculo, una glándula).
Y, por último, el determinismo, y no el
capricho, sino el determinismo de la
reacción, que se produce siempre en
condiciones idénticas.
Cuando el perro tiene un alimento delante
de él, el alimento actúa sobre él, sobre sus
ojos, sus orejas, su nariz. No hay ninguna
diferencia esencial entre esta acción a
distancia y la acción directa sobre la boca.
Algunos reflejos provienen de los ojos, de
las orejas. Ante una luz intensa, la pupila
de nuestros ojos se contrae, y cuando nos
sorprende un ruido, nos estremecemos.
Ambas reacciones son reflejos.
Podemos identificar la excitación psíquica
con la caracterización anterior de reflejo.
El agente exterior es claro: es el alimento.
El segundo elemento, la vía nerviosa, está
igualmente presente: cuando el perro ve (o
huele) el alimento, la vía nerviosa empieza
en los nervios de los ojos (o de la nariz), en
lugar de empezar en los nervios de la
mucosa bucal, y llega hasta el sistema
nervioso central, desde donde se activa la
glándula salival (el órgano efector).
Hasta aquí, no existe ninguna diferencia
esencial, y nada se opone a reconocer que
se trata de un reflejo.
Examinemos ahora
el tercer elemento, el determinismo. A este
respecto, debemos señalar que esta
excitación es menos cierta, menos segura,
que cuando el excitante está dentro de la
boca, y que actúa menos frecuentemente.
Sin embargo, es fácil adquirir una maestría
tal de la materia, un conocimiento tal del
sujeto, que todas las condiciones de las
que depende la acción del excitante a
distancia estén bajo control. Cuando eso
se consigue (y así es en la actualidad),
entonces, realmente es determinismo.
Traducido y adaptado del
francés, a partir de la referencia anterior.